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martes, 5 de junio de 2018

Los humanos se equivocan, señores

Por Mia

Las personas cometen errores todo el tiempo, es difícil no hacerlo somos humanos, no una máquina perfecta. Habitualmente resulta difícil establecer una conversación durante un minuto y no titubear, interrumpir una frase para corregirla o eliminarla en su totalidad, repetir algo. Lo más interesante es que en ocasiones no somos conscientes de ello.

El lenguaje humano cuenta con mecanismos especiales que convierten a las correcciones en algo automático, donde los locuaces apenas perciben dichos errores, generalmente quedan sorprendidos cuando se les señalan. Sin embargo no pasa así con los objetos, ellos no poseen tanta tolerancia. Si se pulsa la tecla equivocada puede producirse un caos, como cuando cerramos por error un documento y perdemos toda la información.

Los errores adoptan varias modalidades, pero las dos categorías fundamentales son los lapsus y las equivocaciones. Los primeros son derivación de un comportamiento automático, cuando unos hechos subconscientes encauzados a lograr nuestros objetivos desaparecen en ruta. Las equivocaciones por su parte son resultado de decisiones conscientes. Los mismos procesos que nos hacen ser perceptivos e innovadores al admitirnos ver las relaciones entre elementos aparentemente inconexas, que nos permiten alcanzar a conclusiones correctas sobre la base de datos arbitrarios o incluso incorrectos, también nos inducen al error. La capacidad humana para generalizar a partir de mínimas cantidades de información resulta considerablemente útil en situaciones nuevas, pero a veces generalizamos con demasiada rapidez y catalogamos una nueva situación como si fuera semejante a otra antigua, cuando en realidad existen discrepancias considerables. Las falsas generalizaciones pueden resultar difíciles de revelar, por no señalar de eliminar.

Las diferencias entre lapsus y equivocaciones son evidentes en el análisis de las fases de la acción. Si se manifiesta un objetivo adecuado, pero se realiza incorrectamente la acción, se ha cometido un lapsus. Los lapsus suelen ser generalmente cosas mínimas: el desplazar algo equivocado, un acto en un mal momento, el dejar sin hacer algo que se anhelaba. De manera que son relativamente fáciles de descubrir con la mera observación y atención. Si se expone el objetivo erróneo, ha cometido uno una equivocación. Las equivocaciones pueden ser hechos importantes y resultan complicadas e incluso imposibles de detectar.