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miércoles, 27 de junio de 2018

Adolescencia y Cosmetología

Por deltoro

En el pasado mes de marzo, dos conocidos periódicos han abordado el fenómeno de las adolescentes que, a edades cada vez más tempranas, se entregan a las exigencias de la cosmética. A ello podríamos añadir el reclamo publicitario que emiten algunas emisoras musicales cuyo slogan viene a decir: “si eres de las que prefieres lo externo y estimas tu imagen personal, utiliza los servicios de cosmética X”.

En estos reportajes periodísticos aparecen toda una galería de personajes: desde adolescentes de 12 o 13 años que dicen “pirrarse” por el brillo de los labios, la laca de uñas, el lápiz de ojos, la máscara de pestañas… y que “a los 7 u 8 años ya jugábamos a maquillarnos, y a los 11 o 12 comenzamos de verdad”, hasta psicólogos denunciando que “la culpa es de los adultos, porque confunden tener cosas, con ser importantes y sentirse seguros”

Para confirmar tal aseveración, una vivaracha y desinhibida Cristina de 14 años, no se corta un pelo para manifestar: “en la adolescencia te sientes una **** y te maquillas por inseguridad, las cosas claras ¿no lo hacen los mayores para sentirse más seguros?, pues es la posibilidad de ser como ellos, de tener más estabilidad”. También desfilan profesores que nos recuerdan lo ya sabido: “La TV, la publicidad, las redes electrónicas, pesan más que lo que reciben de los padres o de la escuela”. Publicidad que bombardea sin piedad a los jóvenes, recordándoles que deben cuidar el peso, el pelo, el cutis… Una juiciosa maestra señala su negativo beneficio educativo: “El mensaje publicitario interfiere en tantos aspectos de la evolución de los adolescentes, que al final no evolucionan”.

Leyendo estos reportajes, te ilustras sobre “movimientos” de estilos diversos: el estilo “pijo”, el gótico, el “mexicano”, el modelo “lolita, provocativamente aniñado, o la “fiesta”, quizá la más rompedora, como manifestación de rebeldía e independencia, a base de presentar un aspecto “sucio”, con las rastas, los enganches, los piercings, con el mórbido deseo de que los mayores les digan “a donde vas con eso”. Frívolas adolescentes que te “caen bien”, por su atrevida espontaneidad: “te maquillas para estar más guapa, la verdad es que si lo sabes hacer, lo estás. Los chicos acaban siempre yendo con la que se ha pasado una hora alisándose el pelo. La gente no valora el que no seas falsa, y si te maquillas ligas el doble, es matemático”. Los maternales deseos de que vayan más naturales por parte de la maquilladora de “Operación Triunfo”, parecen caer en saco roto, pues la mayoría les agrada encubrir su faz natural a base de purpurina, pestañas cargadas, coloretes azul-violados, piedras en la piel, las que tienen el pelo rizado lo quiere liso y viceversa. Y no son pocas, las que tienen a su favor la ovejuna “complacencia” de los padres, que parece estar encantados.

Que las adolescentes se “rindan” a la magia de la cosmética, es algo que desde tiempos ancestrales siempre ha ocurrido y ocurrirá. Forma parte del eterno femenino, y a veces es de agradecer, por su ingenuo y agradable encanto, su desenfadada coquetería. Pero como contrapunto, quizá habría que preguntarse, si no es motivo de preocupación el que pongan en estos edulcorados menesteres su único deseo y su exclusivo interés para sentirse realizadas, quizá semiamadas, o en cualquier caso aceptadas en sus vociferantes grupos.

Algunos aspectos desafortunados del nuevo bachillerato, permite que nuestros jóvenes alumnos se puedan “saltar” sin despeinarse, la asignatura de filosofía al ser una “optativa”. Con ello se alejan de la posibilidad de dialogar con el sabio y “atractivo” Platón, cuya concepción del camino ascensional que nos conduce al mutuo reconocimiento y a la auténtica estima, igual podría interesarles. Traduciéndolo a nivel coloquial, Platón viene a decir, que la atracción física (chica conoce a chico y viceversa) es el primer escalón que hay que ascender, pero al ser un simple reconocimiento externo, no hay que quedarse en él para no sentirse frustrado y esforzarse para subir el siguiente escalón; el de las cualidades morales (chica-chico se conocen interiormente y descubren su sinceridad, honestidad, alegría, fortaleza, bondad, educación…), unas cualidades que por su propia dinámica impulsan el ascenso al escalón de la belleza intelectual, en el que la atracción mutua se hace más intensa y poderosa, (ambos quedan mutuamente prendados de su inteligencia, sensibilidad, profundidad, reflexividad, sabiduría, capacidad…), hasta culminar en el amor ideal, que es el referido al conocimiento divino, que nos abre al gozo del amor y la belleza perfecta.

Si algunos de ellos eligen la historia del arte o el dibujo artístico, igual tienen la suerte de que les expliquen que los diversos matices de blancos que aparecen en los vestidos de las figuras de frailes del genial pintor Francisco de Zurbarán, son extremadamente valorados por su bella profundidad, porque tienen esplendor, es decir, porque son blancos que irradian su color desde el interior hacia el exterior. En cambio, los colores considerados inferiores y menos bellos, son los brillantes, que surgen por reflejo exterior y anidan solamente en la superficie.

Que nuestras adolescentes sientan un irresistible deseo por los labios “brillantes”, maquillarse con purpurina o coloretes rosados para exaltar su belleza exterior, puede ser un “buen arranque”, si saben compaginarlo (pues son capaces de ello) con el “maquillaje” de su belleza interior, la del alma, que es reflejo del “esplendor”, de la verdadera belleza. Sin duda sería un grato y estimulante piropo que a una le pudieran decir: “eres una chica esplendorosa”.