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jueves, 26 de abril de 2018

Agua de mar para usar en la siembra

Por Jacky

Ante la necesidad de agua para diferentes actividades debido a su elevado consumo y escasez, se deben buscar estrategias para expandir las posibilidades de consumo de agua dulce o potable. Recientemente, la compañía británica Seawater Greenhouse presentó su sistema como la solución a la sequía que azota tierras áridas cercanas al mar, principalmente Somalilandia, en Somalia.

Es en esa zona donde especialistas quieren llenar la costa de instalaciones que combinan el agua del mar y la luz del sol (similares a invernaderos) para crear pequeños oasis donde se puedan cultivar verduras y obtener sal. De acuerdo con lo expresado por el líder del proyecto, el agua obtenida puede servir para beber y regar.

Aunque 3 cuartas partes de nuestro planeta están cubiertas de agua, el agua salada (océanos, mares, aguas subterráneas saladas) representa alrededor del 97 por ciento de la misma, mientras que sólo el 2,5 a 2,75 por ciento es agua dulce.

Estas estadísticas son un indicador de que, ante la necesidad creciente de agua para diferentes actividades, como los cultivos, se deben buscar estrategias para expandir las posibilidades de consumo de agua dulce o potable.

En ese sentido, aunque parezca descabellado, el agua salada o agua de mar, es una de las alternativas más cercanas para usar en los cultivos. La prueba de la factibilidad de la práctica se dio en Tenerife a principios de los años 90. El diario El País de 1995, recoge las declaraciones de uno de los impulsores de la idea, Phillip Davies, que señalaba que había quien decía que se iba a depositar mucha sal y dañaría los cultivos, pero eso no ocurrió, y aunque hubo sal cerca no se depositó en las plantas.

De ese entonces a la fecha se han dado proyectos piloto en Abu Dhabi, Omán y un proyecto comercial en Australia. Ahora, la compañía británica Seawater Greenhouse presenta su sistema como la solución a la sequía que azota tierras áridas cercanas al mar.

Específicamente está el caso de Somalilandia, al noroeste de Somalia, un país independiente de facto y árido que lleva varias temporadas sufriendo lluvias erráticas y escasas con consecuencias para la producción agrícola, causando la muerte de miles de animales. Como consecuencia, la zona costera alrededor de Berbera está en estado de emergencia alimentaria (el paso anterior a la hambruna). Es en esa zona donde Charlie Patton y su equipo quieren llenar la costa de invernaderos o, más bien, instalaciones que combinan el agua del mar y la luz del sol para crear pequeños oasis para cultivar verduras y obtener sal.

Estos llamados invernaderos de agua marina están compuestos por paredes especiales de bloques de cartón corrugado que se empapan de agua marina. Para seguir con el proceso, el viento seco atraviesa las paredes, se lleva la humedad a medida que se evapora y entra en el recinto como vapor de agua. Esto produce un aumento de la humedad en el invernadero y baja la temperatura de 45º a unos 25º C, formando un oasis artificial ideal para el cultivo. Por su parte, la sal se va concentrando en esos muros y desciende a unos tanques que la recogen para luego secarla y venderla, lo que funciona también como fuente de ingresos alternativa.

En el proyecto han incorporado una desalinizadora por ósmosis inversa que filtra el líquido recogido y genera una fuente de agua fresca. La máquina también se alimenta de energía solar y no emite gases de efecto invernadero.

De acuerdo con lo expresado por el líder del proyecto, el agua que se obtiene puede servir para beber o para regar pero, en estos climas, a veces el vapor es casi mejor que el agua. Según los cálculos de Patton, producir un kilo de tomates en el invernadero requiere 20 litros de agua fresca, en comparación con los de entre 120 y mil que hacen falta en la producción exterior.

El proyecto fue presentado en el foro de la FAO sobre el uso de tecnología solar en la agricultura de pequeña escala. De acuerdo con las estimaciones del mismo, con levantar estos invernaderos en 2 mil hectáreas de la región somalí, proveerían suficientes tomates, pepinillos o verduras para que comieran 4 millones de personas al menos 400 gramos al día, cubriendo las necesidades mínimas de frutas y verduras.

Además, se conseguirían 15 millones de toneladas de agua dulce anuales y 146 mil de sal. El proyecto piloto se terminó de construir en octubre pasado y ya ha producido sus primeras verduras.

Según Patton, el coste de instalar el sistema en esa superficie sería de 400 millones de dólares, lo que equivale a una cuarta parte de lo que la comunidad internacional se gasta en ayuda humanitaria en esa zona.