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sábado, 3 de marzo de 2018

¿Por qué estamos más infelices?

Por EvelynR

La felicidad es una emoción extremadamente subjetiva, que se manifiesta cuando creemos haber alcanzado alguna meta deseada. Lo cierto es que, la mayor parte el tiempo, los factores que la determinan están fuera del control de las personas. Aunque también el sentirse o creerse feliz depende en gran medida de la personalidad y forma de la gente de ver las situaciones vitales con más positividad.

Sin embargo, según Jean Twenge, profesora de Psicología de la Universidad Estatal de San Diego, existen factores sobre los que sí tenemos control, como la forma de pasar nuestro tiempo de ocio. Pero, como afirman la especialista y sus colegas en un trabajo publicado en la revista de la American Psychological Associtacion, aparentemente no estamos gastando el tiempo libre de forma que aumente nuestra felicidad.

Los investigadores centraron su trabajo en analizar cómo un millón de adolescentes de los Estados Unidos gastaban su tiempo libre y qué actividades de ocio realizaban, y si ese tiempo libre se correlacionaba con la felicidad o no. El objetivo específico era determinar por qué se ha producido una disminución drástica de la felicidad de los adolescentes a partir del año 2012, y de los adultos desde el 2000.

El equipo usó datos de una encuesta nacional del país llevada a cabo con estudiantes de entre 15 y 18 años, la cual se ha hecho cada año desde 1991. En esa encuesta se piden datos sobre felicidad general y sobre las actividades durante el tiempo libre. Según los hallazgos, los adolescentes que pasaban más tiempo viendo a sus amigos en persona, practicando ejercicio físico o deporte, asistiendo a eventos religiosos, leyendo o haciendo deberes eran más felices.

Mientras que los adolescentes que pasaban más tiempo navegando en internet o en redes sociales, jugando con el ordenador, mandando mensajes de texto, viendo videos en la web o viendo la televisión eran menos felices.

Es decir que, según los investigadores, todas las actividades que no implican una pantalla se vincularían a una mayor felicidad, mientras que las actividades relacionadas con el uso de pantallas, a una menor felicidad: los adolescentes que estaban más de 5 horas diarias en Internet eran hasta 2 veces más propensos a ser infelices en comparación con los que pasaban menos de una hora.

Los investigadores también tuvieron en cuenta una posible relación inversa: que los individuos infelices sean más propensos a buscar actividades que impliquen el uso de pantallas. Sin embargo, este no es el primer ni único estudio que ha sugerido que el excesivo uso de pantallas se relacionaría con la infelicidad de forma causal, y no al revés.

Twenge nombra estudios como el experimento donde un número de voluntarios renunció una semana al Facebook y reportaron sentirse más felices, menos solos y menos deprimidos. Otro estudio con adultos jóvenes que renunciaron a Facebook por su trabajo eran más felices que quienes mantenían sus cuentas. Además, otros trabajos han concluido que la infelicidad no conduciría a más tiempo delante de pantallas, sino al revés.

Algo preocupante es que desde 2012 la felicidad de los adolescentes parece haber disminuido drásticamente, precisamente en la época donde la mayoría de los individuos, al menos en Estados Unidos, comenzó a poseer un smartphone. Asimismo, y vinculado a ello, la autoestima y la satisfacción con la vida de dichos adolescentes ha disminuido, a la par que que han aumentado los reportes de sentimientos depresivos y autolesiones o intentos de suicidio. En comparación, la generación millennial es más optimista, pero los que han venido detrás son menos seguros de sí mismos, la generación que algunos autores denominan iGen.

Según Twenge este fenómeno está comenzando a detectarse también en adultos, indicando trabajos donde se ha llegado a la conclusión de que los mayores de 30 años son más infelices, y que los adultos están empezando a tener menos relaciones sexuales. A la vez que se ha detectado un mayor uso de pantallas en este rango de edad.

Es necesario añadir que sí parece existir un rango de uso de pantallas que aumenta la felicidad: menos de una hora de pantallas al día.