¿Cómo apoya México a los “dreamers” que retornan?
Más de 80 000 jóvenes de América Latina, en su mayoría mexicanos, pueden ver sus vidas transformadas radicalmente desde que el 5 de septiembre de 2017 el presidente Donald Trump anunciara que suspendería definitivamente la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), un programa creado por su antecesor en la presidencia, Barack Obama, por el cual se protegía a los jóvenes inmigrantes indocumentados en el país norteamericano de ser deportados a su nación de origen. A los que accedieran al programa DACA se les ofrecía además la posibilidad de acceder a contratos temporales de trabajo, seguro médico y créditos bancarios renovables cada dos años.
Aunque este programa no representa una solución definitiva para el estatus de estos jóvenes, traídos por sus padres desde pequeños a Norteamérica y que no conocen otra realidad que la americana, sí era un paliativo a la constante inseguridad y vulnerabilidad a que diariamente se ven expuestos. Además, permite ganar tiempo para intentar posicionar el tema en el Congreso y lograr que los legisladores aprueben medidas más sólidas.
La derogación de DACA fue una de las promesas electorales de Trump, quien desde 2016 mostró una posición dura y radical ante los inmigrantes, asegurando que incrementaría las deportaciones de ilegales y protegería más las fronteras. Recordemos el controversial muro que pretende hacer pagar a los mexicanos y que continúa produciendo titulares por estos días. La orden presidencial debía hacerse efectiva a partir de este 5 de marzo, pero varias acciones presentadas por dos jueces federales del país frenaron su ejecución indeterminadamente. Además, más de 40 ciudades han presentado recursos legales oponiéndose a la derogación del programa.
Pero más allá de lo que ocurra al final en Estados Unidos, a México han comenzado llegar muchos de estos jóvenes “soñadores”, algunos de forma voluntaria, otros tras procesos de deportación. En común tienen el reto de adaptarse a un medio que no conocen y en el que deben rearmar su nueva vida. Dificultades para adaptarse pueden encontrar muchas. Se enfrentan al hecho de continuar estudios, encontrar trabajo y hacer que la experiencia vivida en Estados Unidos todos estos años les sirva para algo en México. Muchos llegan de adultos dejando amigos y familiares detrás, incluso, no todos hablan español. Sin contar que este regreso puede arrastrar un estigma: ser considerados delincuentes deportados o ser el símbolo del fracaso extremo.
Por supuesto, según comentan estos retornados, regresar a México puede traer cosas buenas como no sentir el miedo a que te deporten al caminar por las calles, el reencuentro con familiares a los que hace mucho tiempo no se ha visto o el poder pagar la universidad.
El apoyo gubernamental y de instituciones independientes puede hacer la diferencia en el proceso de adaptación a que se enfrentan esos jóvenes.
Expertos en migraciones y diáspora mexicana afirman que la respuesta del Gobierno mexicano a este fenómeno que ya existía antes de Trump, no ha tenido el alcance suficiente para amortiguar los inconvenientes que encaran los jóvenes que retornan. Afirman que, paradójicamente, se han enfocado más en brindar apoyo a los migrantes en Estados Unidos a través de la red de consulados, que a los que retornan al país.
En 2014 el gobierno creo un programa llamado Somos Mexicanos, encaminado a ofrecer apoyo a los retornados para reintegrarse a la sociedad. Uno de sus pilares es una red de centros de bienvenida a lo largo de la frontera que ofrece a los deportados comida, los registra en el servicio de salud, les da acceso a teléfono, transporte local e información sobre posibles opciones de trabajo. Pero al parecer el programa no tiene el alcance necesario y sus efectos temporales son mínimos. En opinión de Jill Anderson, directora de un grupo de apoyo para jóvenes deportados y retornados, Otros Dreams en Acción, Somos Mexicanos es más bien “un mensaje de campaña política”.
Desde que las cosas se complicaran con DACA en 2017 la Secretaría de Relaciones Exteriores de México publicó un comunicado donde prometía que el país abriría los brazos a los “dreamers” retornados y expuso una serie de iniciativas para ayudarlos a reintegrarse, como una bolsa de trabajo, un programa de créditos y becas, aunque esta institución no ofrecido más detalles sobre el tema.
Por su parte, en este contexto, las iniciativas comunitarias han comenzado a florecer como alternativas a débil plataforma gubernamental. La Eunice Rendón, Agenda Migrante, es un grupo para la protección de migrantes mexicanos, y opera desde hace ya años. En su opinión las dificultades para la reinserción de los que retornan siempre han existido, Trump solo contribuyó a hacerlas más visibles.
En 2015 surge New Comienzos, que opera en el centro de Ciudad de México, en una zona conocida como el Pequeño Los Ángeles. Su fundador, Israel Concha, de 38 años, afirma que los grupos de este tipo han devenido salvavidas para aquellos mexicanos indocumentados en Estados Unidos que han comenzado a prepararse para un posible regreso.
A diferencia de hace varios años, cuando la experiencia del retorno y la reinserción era una experiencia de reinserción y choque cultural que muchas veces se manejaba en solitario por sus protagonistas, ahora la comunidad de deportados y retornados ha comenzado a crecer y con ello está encontrando su voz y abriendo espacios para que los recién llegados encuentren condiciones más amigables en el camino de una segunda oportunidad en México.