La tecnología es una U
La tecnología brinda las posibilidades de hacer que la vida sea más fácil y satisfactoria; cada nueva tecnología tributa superiores beneficios. En este mismo punto surgen complejidades nuevas que agravan los problemas y frustraciones. El desarrollo de una tecnología tiende a perseguir una curva de complicación en forma de U; empieza muy alto; va cayendo hasta un nivel bajo y confortable, para luego volver a subir.
Los dispositivos creados son complejos y difíciles de utilizar. A medida que los técnicos se van haciendo más competentes y que la industria va madurando, los dispositivos se van tornando más sencillos, más fiables y más potentes. Pero luego, cuando la industria se ha afianzado, los recién llegados idean cómo añadir más energía y más capacidad, lo que requiere a su vez de un aumento de complejidad y a veces de una disminución de la fiabilidad.
Podemos percibir la curva de la complejidad en la historia de la radio. En un principio, las radios eran muy confusas. Para sintonizar una estación era necesario proceder a diferentes ajustes, entre ellos el de la antena, el de la frecuencia de radio, el de las frecuencias intermedias y el de los mandos tanto de sensibilidad como de volumen. Las radios se fueron simplificando y no tenían mando más que para ponerlas en marcha, sintonizar con la estación y ajustar el volumen. Pero las radios actuales vuelven a ser muy complejas, quizá todavía más que las antiguas. Hoy en día a la radio se le denomina sintonizador, y está llena de mandos, teclas, barras, luces, pantallitas y medidores. Las máquinas modernas son tecnológicamente superiores, ofrecen un sonido de mayor calidad, excelente recepción y mayor capacidad. Pero, ¿de qué sirve la tecnología si es demasiado compleja para implementarla?
El problema de diseño que esbozan los avances tecnológicos es monumental. Se hace necesario minimizar las acciones de uso en los productos, pero siempre de manera consecuente y racional. Puesto que en ocasiones ocurre que se minimizan al máximo las opciones de los dispositivos a un solo botón, y la cantidad de toques diferencia la acción. La facilidad de los nuevos productos no puede recaer en cuan buena memoria tenga el usuario o la capacidad de tener a mano el manual de instrucciones. Entre más fácil y simple sean las operaciones más demandarán los clientes el producto.
Las pantallas táctiles constituyen otro reto, a veces la cantidad de información resulta compleja, para los adultos mayores que no están familiarizados con esta tecnología y que en ocasiones son el principal público. Un ejemplo sencillo son las máquinas de coser, cada vez resulta más complicado de explicar su funcionamiento a las abuelas. El diseño y la confección del producto no solo deben permitir la realización de múltiples operaciones en menor tiempo, sino también ser fáciles de comprender para el usuario meta. Jamás se debe utilizar la paradoja de la tecnología para excusar un mal diseño. Es una realidad que a medida que va en aumento el número de opciones del mecanismo, también debe aumentar la complejidad, pero los principios del buen diseño hacen que la complejidad sea manejable.