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viernes, 20 de abril de 2018

Detrás de los rastros humanos dejados en los libros

Por Jacky

Cuando escribimos un libro a mano también impregnamos datos e información propia en las hojas. Para conocerlas, se creó una nueva tecnología. Y es que un equipo de especialistas está analizando lo que los autores dejaron de sí mismos en los tomos más allá de las palabras.

El físico Gleb Zilberstein, uno de los desarrolladores de la tecnología señala que en cuanto empezamos a escribir en nuestra libreta de notas, el cuerpo comienza a interactuar con el papel, ya que la piel de los seres humanos presenta sudor, saliva, diferentes aceites, microbios, entre otros; así que dejamos en el papel una especie de huella digital llena de información.

Es por ello que lo que el equipo estudia no es lo escrito, sino el medio en el que fue grabado el texto, ya sea papel, pergamino, panel de madera, tela, lienzo, para extraer datos invisibles.

El descubrimiento de este nuevo método ocurrió fortuitamente, cuando el equipo de Zilberstein trataba de eliminar los ácidos del manuscrito original de la destacada novela del siglo XX "El maestro y Margarita". En esa época se usaba papel de pulpa de celulosa, que con el tiempo se torna quebradizo, y puede llegar a quedar reducido a polvo.

De ahí que para evitar la degradación usaron unos discos hechos de acetato de etil vinilo, un polímero, destinados originalmente a la conservación de manuscritos. Al extraerlos, se percataron de que los discos estaban llenos de proteínas, que pueden ser una mejor fuente de información que el ADN del mismo entorno en el que vivían los autores, pues según los especialistas, los péptidos de las proteínas son más estables.

El hallazgo abrió la posibilidad de extraer información novedosa, que va desde la presencia de medicamentos y los patógenos del ambiente hasta de qué se alimentaban los escritores.

En el caso de "El maestro y Margarita", el autor era el ruso Mikhail Bulgakov, quien siguió haciendo revisiones y reescribiendo la novela hasta cuatro semanas antes de su muerte en 1940. Los expertos sabían que su fallecimiento se debió a una enfermedad renal, por lo que, con ese conocimiento, pudieron poner a prueba la técnica recién descubierta y ver si era capaz de detectar los biomarcadores de esa patología en las páginas. Y, efectivamente, los identificó.

De esa forma, los especialistas comprobaron que habían encontrado una técnica que podía ampliar los horizontes de la investigación del patrimonio cultural, y además que no es invasiva y no causa ninguna degradación.

Los discos de EVA, nombre que se le dio a esta tecnología por las siglas en inglés de ethyl vinyl acetate o acetato de vinilo etílico, fueron usados también para analizar los textos dejados por los escribas con los datos de los fallecidos durante la serie de brotes de peste bubónica que se conoció como la Peste italiana.

Casi cuatro siglos después, la tecnología de vanguardia analizó las páginas de uno de los peores momentos de la historia de Milán. En los márgenes inferiores de 11 páginas que fueron escritas en los meses de mayor mortalidad de los registros de defunción de la epidemia, los científicos usaron los discos de EVA y los resultados revelaron desde qué comían hasta con cuáles animales compartían sus vidas.

En las páginas se encontraron 22 queratinas de ratón y 130 proteínas de ratones y ratas, así como unos 400 péptidos de diferentes cepas bacterianas.17 de las proteínas halladas eran de la familia Yersinia, la bacteria responsable de la peste bubónica. También encontraron 60 proteínas de plantas que señalan que los escribas comían principalmente maíz, papas, garbanzos, arroz y zanahorias.

Estos hallazgos fueron recogidos en un documento publicado en la revista especializada Journal of Proteomics. Y en general, datos como estos ayudan a completar el panorama de eventos e incluso podrían llevar a resolver antiguos misterios.

Es el caso de la nueva misión del equipo de Zilberstein, a quienes les dieron acceso a los archivos de Johannes Kepler, un gran astrónomo, matemático y astrólogo que hacía los horóscopos a Albrecht Wenzel Eusebius von Wallenstein, duque de Friedland, y al emperador Rodolfo II, los mismos horóscopos que los motivaron a irse a la guerra contra Italia en 1630. Según cuenta Zilberstein, Kepler murió ese mismo año a causa de una enfermedad desconocida y se especula que fue a causa de ántrax, por lo que la tarea del equipo es analizar sus últimos manuscritos para identificar la causa de su muerte.