Ciudades con sed
Aunque a muchos les parece que la sequía es un tema para los países africanos o las zonas desérticas, lo cierto es que cada vez se hace más común que grandes urbes de todo el mundo comiencen a regular los consumos de agua por el temor a quedarse sin el abastecimiento de este líquido vital. Recientemente los medios internacionales se hicieron eco de que el próximo 21 de abril será el llamado «día cero» para Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, pues de continuar como hasta ahora a partir de ese momento no estará en capacidad de suministrar agua potable a sus habitantes. Sin embargo, no se trata de la única.
Ciudad del Cabo podría convertirse en la primera ciudad del mundo moderno en quedarse sufrir estas consecuencias, pues de acuerdo con Patricia de Lille, alcaldesa de esa urbe, se encuentran en un “punto de no retorno” producto de la devastadora sequía, el aumento de la población, años de pocas lluvias y la escasez de fuentes alternativas. A ello se suma la falta de conciencia de la población en el uso de este recurso finito, lo que ha llevado al derroche indiscriminado.
Pero lo más preocupante es que este ejemplo se repite. Una investigación de Naciones Unidas realizada en el 2014, daba cuentas de que de las 500 ciudades más grandes del mundo, una de cada cuatro se encontraban en ese momento atravesando por una situación de «estrés de agua», la cual se cataloga como tal cuando los suministros descienden por debajo de 1 700 metros cúbicos por persona en el año. Otros reportes de la ONU refieren que más de 1 000 millones de personas en el mundo no tienen acceso al agua, mientras que otros 2 700 millones carecen de ella por lo menos un mes en el año.
¿Pero cuáles son estas grandes ciudades que figuran en la lista de riesgo y que involucran a millones de personas en el problema? Ciudad de México, es una de ellas y, según estadísticas recientes, allí uno de cada cinco habitantes en esa urbe recibe apenas unas horas de agua del grifo, mientras que el 20 % tiene un flujo corriente durante solo parte del día. En la capital mexicana residen 21 millones de personas que hoy se enfrentan a estos serios problemas de sequía, los cuales obligan a importar hasta el 40 % del agua que consumen desde fuentes distantes.
Asimismo ocurre con Beijing, capital de China, un país que si bien reúne en sus fronteras al 20 % de la población mundial, dispone solo del 7 % del agua potable del planeta. Específicamente la capital, se ha visto en varias oportunidades limitada en la posibilidad de entregar suministros a sus más de 20 millones de habitantes, como ocurrió en el 2014, cuando recibieron solo 145 metros cúbicos en el año. En la misma área geográfica, también Japón padece la escasez de este recurso. Tokio, una capital de más de 30 millones de habitantes, dispone de una red que depende en un 70 % de las aguas superficiales (ríos, lagos o nieve derretida). A pesar de los sistemas de recolección y utilización del agua de lluvia –que tiene una temporada muy corta en esta área–, lo cierto es que la ciudad es altamente vulnerable a la sequía.
Pero quizá el ejemplo más contradictorio es el de Rusia. Poseedor de la cuarta parte de las reservas de agua dulce del mundo resulta paradójico que el 70 % del suministro de agua de su capital, Moscú, provenga de vías artificiales. El gran problema en este caso es la contaminación, la cual ha provocado que entre el 35 % y el 60 % de las reservas de agua de que dispone no cumplan con los estándares sanitarios.
En América del Sur, aunque las noticias no hablan de urbes en contingencia, sí ha trascendido esta semana que el gobierno uruguayo extendió a otros siete departamentos la emergencia agropecuaria ante la escasez de lluvia. En total ya suman 14 de los 19 departamentos de ese país los que se encuentran bajo estas condiciones, que afectan el desarrollo agrícola y ganadero, dos sectores esenciales para la economía de esa nación, lo cual ha generado que el gobierno haya tenido que lanzar planes de rescate y ayuda para los productores. La sequía es entonces un problema no solo por no poder suministrar agua a los seres humanos, sino porque amenaza sus medios de subsistencia. Proteger y utilizar bien ese recurso es el único camino.
