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lunes, 16 de abril de 2018

La acción después del dolor

Por Camila.Mayo

Este viernes el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, confirmó a la opinión pública el asesinato en cautiverio de los dos periodistas y el chofer del diario El Comercio, que habían sido secuestrados el pasado 26 de marzo. Las reacciones de dolor e indignación colmaron los titulares de prensa de ese país y la vecina Colombia, nicho de los narcoterroristas que perpetraron el crimen. Varios mandatarios de naciones de la región manifestaron su solidaridad con Ecuador frente a los hechos, pero más que los mismos resalta en el panorama lo que debe ocurrir a partir de este momento, pues las acciones militares deben tomar una mayor fuerza en la zona fronteriza.

Según reseña la agencia AFP, es la primera vez que Ecuador resulta víctima, con tanta crueldad, de la violencia derivada del narcotráfico, algo que sí ha vivido Colombia en los últimos años y que, a pesar de los miles de dólares que se han dedicado al tema, no ha podido ser contenido. El dinero del narcotráfico es aún mucho mayor, y los gobiernos de turno han estado más concentrados en otros asuntos y no en los desplazados por las guerras de carteles, las bandas paramilitares y las guerrillas.

Ecuador este viernes mostró un rostro visiblemente dolido: varios reporteros lloraron al confirmar los sucesos, en la sede del gobierno la bandera fue bajada a media asta y muchísimas personas, en silencio, depositaron flores sobre una tela blanca con el rostro de las víctimas: el periodista Javier Ortega (32), el fotógrafo Paúl Rivas (45) y el conductor Efraín Segarra (60). Ahora, no son pocos los que hablan de recuperar los cuerpos y ya se menciona a la Cruz Roja Internacional CICR para esa misión.

Pero si la incertidumbre por saber lo que había acontecido con los periodistas fue grande para los ecuatorianos, mucho más impreciso resulta el camino a seguir en lo adelante, aunque el anuncio de acciones militares conjuntas entre Ecuador y Colombia aparente algo distinto.

Tras los acuerdos de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC, los territorios en los cuales operaban las columnas guerrilleras se fueron quedando a disposición de otros grupos armados y de los rebeldes que no aceptaron el acuerdo y se negaron a deponer las armas. La violencia se convirtió en la verdadera dueña de esas tierras, algo que el gobierno de Ecuador decidió enfrentar con dureza, reforzando la presencia de sus fuerzas del orden en la frontera y asestando contundentes golpes al narcotráfico.

La respuesta no se hizo esperar, varios atentados se sucedieron contra militares ecuatorianos desde el territorio colombiano, una situación que sentó en la mesa de negociaciones a ambos países, los cuales decidieron que tenían un enemigo común y debían enfrentarlo. Pero la realidad es que la respuesta colombiana ha sido tibia, más allá de los mecanismos conjuntos para el control fronterizo. Todavía ahora, cuando el caso del asesinato de los periodistas de El Comercio ha estremecido a la opinión pública, el presidente Juan Manuel Santos, desde Lima, donde participa en la Cumbre de las Américas, ha manifestado su condena a los hechos, pero ha asegurado que los mismos ocurrieron en el Ecuador, con un individuo de esa nacionalidad.

El gobierno de Moreno, por su parte, ha anunciado el reinicio de la ofensiva militar en la porosa y selvática frontera común, una zona estratégica en la ruta del Pacífico, para transportar cocaína hacia Estados Unidos. ¿Colaborarán ambas naciones en castigar a los culpables si antes no se ponen de acuerdo en quién y dónde ocurrieron los hechos?, ¿asumirá Colombia la cuota de responsabilidad que le toca y pondrá orden en la frontera?, ¿serán estas diferencias el inicio de un conflicto entre los dos países?, son estas algunas de las interrogantes que se abren con este capítulo triste.

Por lo pronto, una delegación de Colombia encabezada por el ministro de Defensa Luis Carlos Villegas viajó a Quito para coordinar las acciones, pero nada se ha dicho de forma unilateral sobre lo que hará la casa de Nariño con respecto a esta escalada de violencia que afecta las relaciones con sus vecinos.

Más allá del lamentable episodio y del dolor que se produce hoy en los hogares del equipo de prensa ultimado, está la realidad del narcotráfico que cotidianamente enluta la vida de miles de familias sin nombre, que no llenan los titulares de los diarios. Pero el negocio da dinero, y por ahí va su perpetua resistencia, frente a la mirada permisiva de quienes deberían ponerle coto.